miércoles, 1 de julio de 2009

Pensamiento pequeño

Cada cosa por su nombre y cada opinión –en este caso basada en supuestos- merece una réplica. Estamos felizmente, pese a los que gustan de rasgarse las vestiduras porque “vivimos un régimen de hecho”, en democracia donde se puede expresar libremente…
Yo lo hago siempre… pero nunca hago público lo que no pasa de ser sospecha y mala interpretación y menos, cuando por razones personales, no soy capaz de ponerme en el lugar de otros aunque sea por un momento.
Yo trabajo en El Telégrafo y no por ello se terminaron mis problemas y otras viscitudes propias de una persona, un periodista, un padre de familia… y la verdad creo que otros pueden estar peor que yo por su propia voluntad o por puro masoquismo intrasigente.
Felizmente no recibo amenazas a través de TICs, y no tengo más apodos que los que están en boca de gente que aprecio… pero si tengo llamadas de atenciones pues es fácil exponerse a todas las gamas de palabras duras cuando algo estamos haciendo mal.
Desde que trabajo en El Telégrafo, debo esforzarme día con día para mantener mi salario que, aunque no es mucho, es lo justo por lo cosechado en este medio. Aspiro a más, es cierto, pero no será un sueldo regalado. Médicos, profesores, obreros, burócratas y periodistas públicos… muchos buscamos la calidad de nuestro trabajo para ser cada vez mejores al servicio de la comunidad. Como tabloide estatal nuestra única responsabilidad es con la gente, dándole todo el espacio posible, sin discriminaciones, sin preocuparnos de un titular morboso que venda para el gusto de la publicidad.
Desde que trabajo como periodista, he tenido la suerte de estar en medios donde la prioridad es la colectividad, el servicio al prójimo, con plena libertad dentro del marco de respeto. Expreso lo que quiero sin favorecer o denigrar a nadie... y no he tenido más restricción que dejar el sensacionalismo a un lado.
Desde que trabajo en medio escrito, he sentido la presión de cómo se debe investigar un tema, la búsqueda de todas las aristas posibles para que una información esté completa y, si existen denuncias, dar espacio a todas las partes. No puedo imponer una información bajo el cliché gastado de “lo que los ecuatorianos necesitan saber” pero sí se he señalado fallas del Estado y he tenido total apertura porque la línea editorial de El Telégrafo es consecuente con la necesidad comunitaria de tener un canal que no responda a intereses económicos sino social.
Siempre hay algo que hacer para el que ama su trabajo. No soy amigo de las especulaciones.
Finalmente, y en resumen, todo ladrón cree que todos son de su condición… Cada quien es dueño de su verdad pero no del pensamiento ajeno y quien crea que otros pueden ser amos de la realidad… tienen un pensamiento más pequeño de lo que creen.