viernes, 29 de julio de 2011

Vergüenza ajena

Frente a los últimos sucesos que tienen como eje la sentencia a El Universo por el editorial "No a las mentiras, lo que más he escuchado es el peligro que corre la libertad de expresión en el país.
Por mi lado, no es la libertad de expresión la que me preocupa, es hacia dónde y con qué fines se dirigen los medios de comunicación. Informar, me dirán unos, de forma libre e independiente, me dirán otros.
¿Creen que esa libertad existe?
Un profesor anoche, de amplia trayectoria periodística en varios medios, nos planteó a los estudiantes una tesis. La información que tiene un reportero para una noticia se divide en 4 partes: una le pertenece al dueño del medio (más amigos y familiares), otra a las empresas que pautan publicidad, otra a los contactos políticos, y lo que queda es para el público.
La hipótesis no me resultó novedosa.
Pero ese es el mundo que tenemos que enfrentar día a día los periodistas de a pie. Apenas ingresé a una radio, hace 6 años, lo primero que me dijeron es que no tenía que publicar nada contra el Municipio de Guayaquil o la Junta de Beneficiencia... ellos pagaban la publicidad y no había cómo tocarlos. Felizmente era solo la publicidad, porque contacto político no había.
Y finalmente, ¿qué es lo que se entrega al lector, oyente o televidente? ¿Una nota objetiva o manipulada desde antes de nacer?
Por eso me río -para no llorar- cuando escucho sobre el “periodismo independiente” de Teleamazonas, “la libertad de expresión” de El Universo... y cosas por el estilo. No existe tal cosa... si el público apenas recibiría el 25% de la realidad, según la teoría de mi profesor.
Ahora Correo de Perú y Washington Post de EE.UU. vienen a querer actuar como defensores y jueces de los políticos que no son de su agrado... me causa lástima... y lo lamento más por la gente que creen que un medio de comunicación es la voz de un pueblo. De una parte del pueblo, en todo caso, pero no de su universalidad.
Por ello no me preocupo de lo que la prensa diga de Correa, Nebot, Obama, Humala y etcétera... yo sé que no me representan y, por tanto, la única vergüenza que tengo, como ecuatoriano y periodista, es pertenecer a un conglomerado donde ciertas élites y representantes juegan al doctor Frankenstein con la opinión ciudadana.
Pero nada más.

jueves, 17 de marzo de 2011

El pequeño amigo de Snoopy

Bellos recuerdos traen los días en que descubriendo el universo que puede mostrar la lectura, en uno de los libros que una tía materna tenía en su casa, descubría un personaje creado por el estadounidense Charles Schulz: Snoopy.
No conocí a Snoopy en la faceta de tira cómica sino como complemento de una serie de publicaciones que buscaron ilustrar a los más pequeños sobre el por qué, cómo, cuándo y dónde del mundo que nos rodea.
El universo de este simpático personaje incluía una pequeña ave amarilla que solo se comunicaba mediante gorgeos... iberoamérica lo conoció como Emilio.
El diminuto ovíparo no necesitaba de palabras para informar de sus requerimientos y darse a entender. Qué diferencia ahora con un tocayo humano que desgasta la yema de sus dedos para transcribir sus pensamientos y muy poco le entiendo.
A lo mejor como infante pudiera dilucidar sus expresiones... al menos así comencé a entender al pequeño amigo de Snoopy.
En cada arremetida de un gato vecino, Emilio siempre estaba a lado del can, aunque sea para recibir el arañazo en equipo. Igual hace el tocayo humano: cada arremetida de un personaje se convierte en inspiración para hacer equipo con el universo que lo rodea.
Por desgracia, en la defensa se lleva por delante a quienes no le piden ningún favor.
Y qué decir cuando Emilio y otros pajaritos hacían de pequeños boy scouts donde Snoopy era el guía. Simpáticas y divertidas eran las ocasiones en que las aves sacaban al perro de alguna situación difícil.
Pero el tocayo humano, no es capaz de dar ese apoyo al mismo gremio que pertenece y le encanta hacer diferenciación por la sintonía con su ideología política, llegando incluso al insulto.
Bueno, sí causa gracia cuando hace observaciones a los peyorativos de otros como si él fuese una blanca paloma... o al menos, un pájaro amarillo.
A lo mejor si actuase un poco más como la mano derecha de Snoopy, habría cómo sentir simpatía.