jueves, 19 de noviembre de 2009

Libertad o libertinaje de expresión

Aunque considero que buena parte de nuestra programación merece, sin contemplaciones, permanecer en un cesto de basura por sus contenidos, los que no aportan nada a una mejor idiosincracia, saturada de chismes, morbo y violencia, tampoco considero que se deba ser absolutista y exponer todo a una sanción larga.
Lamentablemente, hay gente que gusta de esos programas. El derecho propio termina donde empiezan los de los demás. Hay que aprender a polemizar sin faltar el respeto a otros... aunque suene a utopía en un ambiente saturado de dueños de la verdad.
Muchos medios de comunicación olvidaron la etimología de esas palabras (yo mismo tuve que repasarlas). Para un concepto corto, según el DRAE, son órganos destinados a la información pública.
Aquí entra el periodismo, la facultad de tratar la información. Como en toda profesión, se obliga a ser responsable de las acciones.
¿No se solicita a un médico a una explicación si el enfermo no mejora? ¿No se cuestiona a un abogado si su litigio es pobre? ¿No se cuestiona a un economista -como a uno que aupan y hunden- si su sistema, en la práctica, adolece de fallas?
¿Y a quién se debe acudir si un periodista comete un error o su reportaje carece de objetividad? ¿O si un comentarista agrede a otros a través de sus opiniones?
Busco y no encuentro un método efectivo. Me basta con encender la televisión y encontrar medios sesgados proclamando su verdad, su periodismo “responsable”, “independiente” (de qué) y “objetivo”.
No hay tal ley mordaza... todavía. Está en debate. Si al pueblo (digo pueblo, no grupos afines a tal o cual grupo político) no le parece... creo que la historia ha canalizado ese descontento en tres ocasiones en los últimos 20 años. Aunque esto también es cuestionable.
“No hay reacción” afirma el periodista Jorge Ortiz. Él mismo reconoce los errores. Entonces de qué se quejan los medios si solo han velado por sus intereses y no del colectivo. Tienen ánimo y modos de publicar un agradecimiento a cuatro páginas y son incapaces de brindar espacio a una rectificación en el mismo tamaño mediático del error.
Todos podemos equivocarnos pero debemos aceptar la consecuencia de cada acción o paso en falso.
“No queremos sanciones”, dice Cynthia Viteri. ¿No es la misma que clamaba por justicia por las “nuevas contravenciones”? Creo que ya no.
“Si la ley coarta la libertad de expresión, yo mismo la mando a archivar”, asevera Fernando Cordero. Ojalá sea así.
Pero todavía falta diferenciar conceptos... empezando por libertad y libertinaje.