jueves, 17 de marzo de 2011

El pequeño amigo de Snoopy

Bellos recuerdos traen los días en que descubriendo el universo que puede mostrar la lectura, en uno de los libros que una tía materna tenía en su casa, descubría un personaje creado por el estadounidense Charles Schulz: Snoopy.
No conocí a Snoopy en la faceta de tira cómica sino como complemento de una serie de publicaciones que buscaron ilustrar a los más pequeños sobre el por qué, cómo, cuándo y dónde del mundo que nos rodea.
El universo de este simpático personaje incluía una pequeña ave amarilla que solo se comunicaba mediante gorgeos... iberoamérica lo conoció como Emilio.
El diminuto ovíparo no necesitaba de palabras para informar de sus requerimientos y darse a entender. Qué diferencia ahora con un tocayo humano que desgasta la yema de sus dedos para transcribir sus pensamientos y muy poco le entiendo.
A lo mejor como infante pudiera dilucidar sus expresiones... al menos así comencé a entender al pequeño amigo de Snoopy.
En cada arremetida de un gato vecino, Emilio siempre estaba a lado del can, aunque sea para recibir el arañazo en equipo. Igual hace el tocayo humano: cada arremetida de un personaje se convierte en inspiración para hacer equipo con el universo que lo rodea.
Por desgracia, en la defensa se lleva por delante a quienes no le piden ningún favor.
Y qué decir cuando Emilio y otros pajaritos hacían de pequeños boy scouts donde Snoopy era el guía. Simpáticas y divertidas eran las ocasiones en que las aves sacaban al perro de alguna situación difícil.
Pero el tocayo humano, no es capaz de dar ese apoyo al mismo gremio que pertenece y le encanta hacer diferenciación por la sintonía con su ideología política, llegando incluso al insulto.
Bueno, sí causa gracia cuando hace observaciones a los peyorativos de otros como si él fuese una blanca paloma... o al menos, un pájaro amarillo.
A lo mejor si actuase un poco más como la mano derecha de Snoopy, habría cómo sentir simpatía.