jueves, 30 de septiembre de 2010

Anarquía

“¿Cómo es posible que unos cuantos profesores de la UNE que apenas sí tienen condición física para trepar puertas consiguieran lo que muchedumbres de estudiantes e indígenas no pudieron?”, le dije hace unos días a mi madre, con el debido respeto, pues ella también es profesora.
En las últimas horas, parece que mi respuesta ha sido contestada.
Dentro de la profesión, a los periodistas nos toca estar preparados para todo tipo de eventualidades... esas que son capaces de hacer trabajar horas extras.
Pero definitivamente, hay cosas que por más preparado que uno esté no dejan de impactar.
De un momento a otro, veo a mi ciudad dentro de un caos inusual... un silencio inusual... ni un domingo es capaz de convertir a Guayaquil en algún tipo de pueblo fantasma, en el cual, la poca gente que se ve está preocupada, cerrando negocios... sin poder retirarse del todo del lugar.
Y es que los llamados a salvaguardar el orden ciudadano eran protagonistas del desorden... y cuando los gatos no están, ratas, ratones y rateros hacen fiesta.
Seguí con mi agenda hasta donde las circunstancias lo permitieron. Caminando a lo largo del Malecón, de pronto desconfiaba de todos quienes cruzaran mirada conmigo... ni los menores de edad se salvaban de mis temores.
Hasta mi lugar de trabajo cerró sus puertas para no ser blanco fácil, y dentro de él, un inusitado ir y venir de personas confirmaban que los últimos acontecimientos pueden afectar el desempeño de este y otros días.
Inevitable pensar en las personas que más estimo y quiero: mi familia, mis amigos, mis compañeros y colegas... seguramente todos estaban adaptándose para pasar el día con la mayor seguridad posible.
Solo faltan un par de horas para que se termine la jornada laboral. La incertidumbre se apodera de mí... ¿Habrá paz en las siguientes horas?
“Al final del día, todo estará bien”... me dijo una vez alguien especial, ojalá sea así.

lunes, 29 de marzo de 2010

Del resto, nada...

Junio de 2005. Con apenas un semestre de Comunicación Social, una emisora local me otorgó la oportunidad de mostrar mis aptitudes como periodista. En el primer día de trabajo, me ordenaron a seguir a alguien, con más experiencia que yo, hacia el Municipio de Guayaquil.
Mi primera cobertura: el Salón de la Ciudad. La majestuosidad con que el ambiente me abría sus puertas me sobrecogió. “Mi primera cobertura y ya tengo delante de mí a una persona importante”, pensé. Me sentía como en mi primer día de escuela. Ansioso de más momentos como ese.
Marzo de 2010. Poco antes de cumplir un lustro en el quehacer periodístico he perdido muchas cosas... felizmente, nada bueno.
Para empezar, dejé de ver las cosas como una oportunidad de destacarme. Ahora busco destacar lo que encuentro. Eso sería lo principal de las cosas que han cambiado.
Si estoy en plan nostálgico es porque he visto tantas cosas que matizaron mi perspectiva sobre los medios con colores que no esperé que se presentarían... en donde hasta la lealtad puede tener su precio.
Pensar, hay que pensar y mucho. No hace mucho entré en una nueva etapa donde estoy obligado, más por mí, a renovar los elementos y velocidad de mi trabajo... ahora se presenta un evento que, aunque no afecta de forma directa, puede ser trascendental.
Lo he leído en varios medios... una situación que algunos veían venir. Por mi parte soy un optimista incorregible... no lo quise ver, no lo acepté... ni lo acepto.
Pero es hasta ahí donde puede llegar mi solidaridad con alguien que creyó en mí, que me dio oportunidades que otros me la han negado, que me colocó en un nivel inmerecido en un principio... supongo que pudo ver más allá del periodista novato.
Y digo que hasta allí llega mi solidaridad porque tampoco puedo dejar llevarme por consignas a favor o en contra de algo o alguien. Otras de las cosas que aprendí en el camino, es que estas pueden ser el primer paso para llegar al fanatismo... y de eso, no quiero saber ni aunque me paguen.
Desde luego que el fanatismo sería en el peor de los casos...
Pero antes que caer en miedos, hostigamientos y militancias prefiero seguir adelante con mi carrera y dar lo mejor de mí para quien me dé la oportunidad de trabajar. Solo el irrespeto a mi labor me haría cuestionar sobre la permanencia en una empresa... la mía, no la ajena pues cada quien defenderá su puesto a su manera.
Después de todo, aún no he visto nada de lo que puede pasar en un medio de comunicación... pero cuando se cree en un proyecto, se lo hace hasta donde den las energías y quienes se salgan -o sean sacados- del camino sabrán de su porvenir.
Yo me ocupo de mi camino y de quien depende de mi para sus primeros pasos...

viernes, 29 de enero de 2010

Público-Oficialista

No sé si es virtud o defecto ser idealista, queda a juicio de cada quien. Entre tantas anécdotas agradables, tengo especial cariño por las que son protagonizadas por mi abuelo materno.
Llenas de un idealismo tan puro... Las lecciones aprendidas quedaron tan encajadas en mi ser que pese a que he pasado las tres décadas de vida, ni siquiera he querido evaluarlas y, mucho menos, cuestionarlas.
Creer y defender las propias convicciones sin por ello degradar las ajenas. “Si estoy equivocado, con argumentos basados en supuestos y juicios de valor armados por puro fanatismo, no podré estar convencido de ello”... una de esas lecciones.
A lo mejor, mi abuelo no se acuerde las circunstancias en que dijo la frase... ni yo. Pero dada la complejidad que me resultaba la estructura de sus expresiones, a tan corta edad, tenía que buscar en el diccionario lo que quería decir. El interés y el instinto permitieron que se quedara como sello.
La idea de El Telégrafo, en manos del Estado, desde el principio fue una: responder al interés público.
Sin embargo, por los calores políticos del momento, el nacimiento de la propuesta tuvo etiqueta desde el principio: oficialista. Hasta el periodista “bien informado” Jorge Ortiz dijo que no lo leía... a lo mejor se dejó llevar por el concepto, no lo sé. Pero no se está bien informado si se escoge la noticia.
El Universo no se quedó atrás. No confundió términos tan regularmente pero trató de vender la idea de que El Telégrafo ocasionaba pérdidas al Estado. ¿Desde cuándo un servicio público debe generar ganancia?.
Y por ese lado, más de un “medio independiente” mezcló los conceptos de público, oficialista e incautado para tratar de estigmatizar el espectro informativo del Gobierno de turno.
Público: Se dice de la potestad, jurisdicción y autoridad para hacer algo, como contrapuesto a privado. Perteneciente o relativo a todo el pueblo.
Oficialista: Partidaria del oficialismo o perteneciente a él.
Incautar: Privar a alguien de alguno de sus bienes como consecuencia de la relación de estos con un delito, falta o infracción administrativa.
Sí... parece que a muchos les cuesta diferenciar las ideas pero está claro que no son sinónimos.
Pese a esto, la cadena formada se mantiene y, por los comentarios que he leído en los tres últimos años, tiene visos de mantenerse.
El concepto está apenas echando raíces en Ecuador pero es tan válido como cualquier canal de información.
Medio público: siempre me pareció una buena idea... y, como no veo un argumento contrario exento de supuestos y juicio de valor por estos lares, me place defenderla.
Así soy de idealista.