lunes, 7 de mayo de 2018

Que así sea, Bernard


Dime que esto no es verdad”.
Un buen amigo me compartía una imagen mientras estábamos en una partida de Resident Evil 6 (un videojuego para los que no conocen). Ahí, en medio de una matanza virtual de zombis, vi la gráfica que me llegó por Whastapp: Había fallecido Bernard Fougères, a sus 84 años.
¡84 años! ¡Carajo... Era mayor a mi padre!”, lo primero que llegó a mi mente.
Era la década de 1980, cuando la programación de TV era muy básica, casi nada rimbombante. Lo más colorido que recuerdo de mi infancia son las noches familiares de ver Los Picapiedras e irnos a dormir con una risa en los labios.
Y en medio de esa simpleza, estaba el Show de Bernard, un espacio para compartir los videos y noticias musicales del momento. Lo pasaban después del noticiario, justo cuando yo llegaba de la escuela. Mis primeros acercamientos con los géneros pop y rock fueron ahí. Recuerdo haber cogido la grabadora de mensajes telefónicos de mi papá, acercarla al televisor y grabar las canciones de Menudo y Michael Jackson.
Desde ahí, no podía imaginarme un almuerzo sin el tipo de los grandes lentes cuadrados, de mirada amable, siempre sonriente, con reflexiones filosóficas de nuestro entorno, al pie de un piano que tenia una Mafalda de adorno y a la que siempre le hacían un “close up” al comienzo y al final del programa.
Crecí con él, toda mi juventud fue con él hasta mis 20 años cuando su programa dejó de transmitirse. “El Show de Bernard” llegó hasta los 30 años de entrevistas, consejos y música. Después de eso, ningún espacio musical televisado me satisfizo. Me tocó acudir a la radio a pilas para seguir escuchando música.
Pero el hombre no se borró del mapa. Tuvo apariciones esporádicas en TV y radio, hasta finalmente llegar a diario El Universo donde escribía editoriales. No los lei todos, lo admito, pero siempre que aparecía uno delante mí, lo hacía... Podía dejar de leer el resto del periódico pero a él, no.
Durante una entrevista, me enteré que alguna vez intentó quitarse la vida. Cuán engañosa resulta la pantalla, vemos a una persona feliz y desconocemos lo que puede estar pasando tras bambalinas, no le damos importancia y muchas veces lo olvidamos... No lo juzgué, por el contrario, me identifiqué aún más con él por la semejanza de valorar aquello que se debe, aún en los momentos donde parece ser el fin del mundo.
Chuta... Es una pena inmensa, indescriptible”, le dije a mi amigo. Casi cuatro décadas creciendo con Bernard. Tantas reflexiones que yacen ahora en el recuerdo, algunas, en letras de oro.
Pero me quedo con una frase emblemática de él... Una que Bernard mencionaba al final de su programa, una que cito frecuentemente y que procuro ponerla en práctica. Es una máxima que todos deberíamos tenerla presente: “Hagan lo que quieran pero sin hacer daño a nadie”.
Que así sea. Hasta siempre, Bernard.