lunes, 25 de agosto de 2008

Falsos héroes

Tenía que pasar –y de hecho los miembros del Tribunal Supremo Electoral pueden dar fe de ello- y a estas alturas ya me resulta difícil esperar que quien ha contado con mi respaldo cuando lo ha solicitado en los sufragios pueda controlar esos ímpetus que últimamente degeneran en violencia.
En buenos términos y por interpretación –suya y de algunos-, no dijo nada que pueda ser utilizado para señalarlo como responsable de lo ocurrido en las instalaciones de la Universidad Católica el sábado 16 de agosto del año en curso.
Sin embargo, basta un pequeño vistazo para saber que, si los ánimos estaban caldeándose, la política del fuego contra fuego no era la más adecuada. Aunque seguramente –con los antecedentes ya citados- quienes apoyan el SÍ no hubiesen necesitado de ello para obtener como resultado un choque de bandas.
No hay cómo lavarse las manos, ni incitadores ni respondones. El que incita es casi tan responsable como el que responde. Aquí no hay víctimas, solo perdedores porque a la larga estamos enseñando a la nueva generación que la mejor manera de defender ideales o hacer oposición es haciendo burla de la otra parte.
Los del SÍ y los del NO, no hacen bien en centrar la campaña en una sola persona. Esa persona en algún momento se va, en cualquiera de los estilos aplicados en los últimos 20 años. No defienden o rechazan artículos, solo se agarran de un líder, de un dictador, de un perseguidor de mafias políticas, de un opresor de libertades.
Tan encaprichados en ese espejo que inevitablemente comienzan a parecerse a él y no para bien. Basta ver la similitud con que defienden posturas, empeorando la situación al utilizar fórmulas gastadas por los anteriores dueños del país, subestimando la inteligencia de quienes por lo menos aún tenemos ganas de leer la nueva propuesta de cambio antes de decidir el SÍ o el NO.
Producto de ese “battle royal” han surgido “héroes” de lado y lado. “Ellos nos provocaron”, “Ellos nos agredieron”… Francamente, no alcanzo a ver o por lo menos distinguir una “perita en dulce” que en verdad merece que se le crea.
Tienen que haber existido algunos inocentes en esa revuelta, siempre los hay, pero no son los que han aparecido en los medios de comunicación, sea por entrevista o por las cadenas que estarán allí hasta convencer al público.
Dicho sea de paso, si por un lado está la casa de la v…, bestia salvaje, cadáveres insepultos, decir “el que no salta es correísta m…”, “viejo c…”, “piensen, imbéciles” no los diferencia –y peor, quedan cómo más groseros- de quien tanto se critica.
Hago mal en decir héroes, porque estos –recalco, éstos- no llegarán a esa condición con prepotencia y altanería… y para algunos, hasta allí llegó su alma máter bajo principios católicos que llaman siempre hacer las cosas bajo un marco de respeto.
Alguien me enseñó que cuando se agota el poder de las palabras se acude al poder de los golpes. A tan útil precepto le agrego un concepto más: Las palabras certeras son más efectivas que las groseras.

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