viernes, 18 de enero de 2008

A mis amigos y amigas

Los amigos son la miel y la sal de la tierra. Y cuando muchas lluvias han caído y han calentado muchos soles sobre la senda de nuestra vida, la amistad se asienta y se mejora como el más exquisito vino, entonces nuestro amigo se convierte en un hermano con el que oficiamos reverentes el servicio de la vida, al que ofrendamos sin pudor nuestras mejores emociones, con el que compartimos lo dulce y agrio de la existencia y junto al cual, no importa cuántas páginas del calendario se amontonen, se alborota y resucita el adolescente tierno, rebelde y burlón que hay en cada uno de nosotros.

Si un amigo nos deja, abruptamente, apresurando su paso, hay desconcierto y dolor, desazón, miedo e incertidumbre; sentimos como si nos hubiera fallado, como si al adelantarse nos hubiera engañado, como si su promesa de lealtad, su pacto de afecto se hubiera roto, como si ese contrato invisible rubricado por el amor compartido se hubiera deshecho violentamente dejándonos solos aunque estemos acompañados.

Hay amigos y amigos. Hay el amigo con el que se comparten pillerías y bromas, el otro con el que se conversa todo y nada, aquel que nos enriquece con sus lecturas y conocimientos, el otro que conoce aquellos aspectos oscuros de nuestra personalidad que quisiéramos esconder, pero que nos acepta pese a todo, aquel al que la vida lo ha llenado de sabiduría y con proverbial generosidad es capaz de estimularnos y reconocernos cuando más lo necesitamos e incluso cuando no es necesario y cuya sencillez y amabilidad lo hacen ocupar un lugar especial en el santuario de nuestra memoria. Todos tienen como lazo invisible el afecto y el hecho que siempre nos sentimos cómodos y seguros en su presencia: locuaces, animados, espiritualmente acompañados.

Un amigo es el compañero leal y adversario respetable de las ideologías, una amiga es el abrazo mitigante y la palabra bien intencionada. Los amigos, las amigas, son el tesoro irremplazable de los recuerdos, los pensamientos… Por eso su presencia es un espacio sagrado en la memoria y en el alma.

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